Muy buenas tardes a todos,
Me siento muy honrado de estar con ustedes, en este encuentro organizado por la Cámara Americana de Comercio, Amcham.
Quiero aprovechar esta oportunidad para felicitar a AMCHAMDR por el treinta aniversario de la Semana Dominicana en Estados Unidos.
Durante todos estos años, este espacio ha contribuido significativamente al posicionamiento de nuestro país en el exterior y al fortalecimiento de las relaciones económicas y culturales con nuestro principal socio comercial.
Agradezco a esta cámara que me inviten nuevamente a este escenario y espero que ustedes también se alegren de verme aquí una vez más.
Créanme si les digo, que es un reto cada vez más difícil para mí prepararme para estas intervenciones.
No es fácil enfrentarse a un público formado, conocedor y crítico, como lo son ustedes y la sociedad dominicana de hoy.
Uno siempre se pregunta: ¿Qué puedo yo decir que sea inspirador, que realmente sea un aporte valioso para todos los presentes y, sobre todo, que contribuya de manera positiva a nuestro país?
Pensando en eso, me dije “Quiero hacer un discurso realmente provocador”.
Y cuando hablo de provocación, me refiero al sentido literal de la palabra: provocar una reacción, incitar a una acción específica.
En definitiva: contribuir activamente a que ocurran más cosas y, por supuesto, cosas buenas para todos los dominicanos y dominicanas.
Esa es la provocación de la que vengo a hablarles hoy. Una invitación a la acción, a tomar la iniciativa, a nadar contra la corriente y a pisar el acelerador. Y algunos quizás piensen ¿Ahora? ¿Justo ahora, con lo difíciles que están las cosas?
Pienso que ahora más que nunca. Porque como agentes económicos responsables, sabemos que para hacer bien nuestro trabajo ya no basta con permanecer atentos a los buenos resultados de nuestras empresas.
Estamos frente a un escenario global de volatilidad e incertidumbre, marcado por altos índices de inflación, políticas monetarias restrictivas, retrasos en las cadenas logísticas y escasez de materias primas.
Esto está afectando a todos los estratos económicos y, lo que es peor, está abriendo nuevamente la brecha de la desigualdad. Y No podemos permanecer indiferentes.
No podemos, ni debemos, mantenernos al margen de la realidad económica, política y social que nos rodea.
Como Presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), les aseguro que éstos temas nos ocupan con alto sentido de prioridad.
Si en algo estamos de acuerdo es en que debemos, más que nunca, tomar partido, y tomarlo por nuestro país.
Es el momento de demostrar nuestro compromiso con la gente y dar lo mejor de nosotros mismos.
Por eso, como les decía, ahora más que nunca. Es el momento de actuar con audacia y dar un paso al frente. Para que nuestro país dé el salto cuántico que necesita y que, además, ¡está a nuestro alcance!
Tanto desde el CONEP, como desde el seno del Consejo de Competitividad pensamos en una meta muy concreta:
Duplicar el PIB del país para el año 2030.
Una propuesta que realmente caló en mí, por las enormes repercusiones positivas que tendría para el país, y que el Presidente del Consejo de Competitividad considera muy esperanzadora y revolucionaria.
Suena ambicioso, sí, pero lo cierto es que con los planes y cálculos que se han realizado, sabemos que es una meta posible y por la que vale la pena trabajar.
Ese es el salto cuántico que queremos proponer y que tendrá consecuencias reales sobre el bienestar de los dominicanos y dominicanas.
El incrementar el Producto Interno Bruto implicaría pasar de 90,532.7 millones de dólares en el 2021 a 189,407.4 millones de dólares en el 2030.
Dada la población proyectada por la Oficina Nacional de Estadísticas, que estaría en torno a 11.2 millones de personas para 2030, podemos estimar que el PIB per cápita alcanzaría prácticamente los 17,000 dólares por persona, lo que colocaría a la República Dominicana dentro de los países de ingresos altos de la región.
Y, lo más importante, permitirá generar más de 2,4 millones de nuevos empleos.
Este nivel de crecimiento económico implicaría que en 2030 el país habría sacado unas 263 mil personas de la pobreza extrema y unos 1.8 millones de personas de la pobreza moderada.
Es decir, estamos hablando de que, prácticamente, se erradicaría la pobreza extrema y se alcanzaría una tasa de pobreza moderada de país de altos ingresos.
Además, nos situaría en el Top 3 de las economías de los países de la región con mayor crecimiento.
En definitiva, alcanzar esta meta promoverá un círculo económico virtuoso que nos convertirá en un gran destino de inversión, de turismo y de infraestructuras, que impactará positivamente en el desarrollo. Esto nos permitirá seguir avanzando en mejorar la vida de todos los dominicanos, lo que se reflejará en temas clave como la educación, la salud, la seguridad, la vivienda, el transporte, en suma, en servicios de excelencia.
Ese es el compromiso que desde el sector privado y con el liderazgo del Estado, deberíamos asumir, de manera conjunta, cada uno desde su lugar y de acuerdo a sus posibilidades, pero todos apostando firmemente por la República Dominicana, por la capacidad de nuestra gente y por un crecimiento con equidad, que llegue a todos los rincones del país.
Amigos y amigas,
Por supuesto, la primera pregunta que surge cuando pensamos en una meta como esta es ¿y cómo lo vamos a lograr? Pero antes de responder a esa pregunta, si me lo permiten, debemos mirar un poco hacia atrás, para revisar el comportamiento de nuestra economía y valorar sus capacidades.
Veamos:
En los últimos dos años nuestra economía ha demostrado una vez más su resiliencia y ha seguido creciendo frente a la adversidad.
En 2021, el gran año de la recuperación económica, experimentamos un crecimiento de 12.3%, siendo el segundo país de América Latina y el Caribe que mostró el mejor desempeño. Este año 2022, vamos camino a un crecimiento de entre un 5 y 5.5%, lo que está por encima de la media de la región.
No es la primera vez que ocurre. Por casi 60 años, el país ha sostenido tasas de crecimiento superiores al 5% en promedio.
El crecimiento de RD es alto en comparación con América Latina y además es resiliente.
Ya en crisis anteriores, nuestro país ha sorprendido a todo el continente recuperándose rápidamente y saliendo a flote, a pesar de las tormentas que han sacudido fuertemente a nuestra región y al mundo.
Se ha hablado incluso de nuestro país como un milagro económico. Sin embargo, no es un milagro.
Aunque, sin duda, agradecemos a Dios que haya bendecido a nuestra tierra con tanta abundancia, el dinamismo que viven nuestros sectores económicos responde a factores concretos, que nos hacen diferentes a otros países y en los que, si me permiten decirlo, el sector privado nacional ha tenido una gran relevancia.
Les daré algunos ejemplos.
En la República Dominicana, si hablamos de inversión, la participación del sector privado no ha hecho más que crecer en los últimos 5 años.
En 2021 totalizó 27,018 millones de dólares. Es decir, el 88.12% del total, lo que representa un 22% como porcentaje del PIB.
Dicho de otra forma, de cada 100 pesos que se invierten, más de 88 corresponden al sector privado.
Este porcentaje no es habitual en otros países de nuestro entorno.
En cuanto al flujo de la inversión extranjera directa, el promedio de los últimos 5 años ha estado cerca de los 3,000 millones de dólares. Esto representa el 3.5% del PIB. Las proyecciones indican que este año 2022 superaremos los 3,500 millones de dólares.
De la misma forma, es motivo de celebración que las exportaciones en el 2021 batieron el récord de mayor valor exportado con más de 11,800 millones de dólares. En tan solo 5 años se ha experimentado un crecimiento en las exportaciones del 34%, es decir, más de un tercio.
Al cierre del mes de julio las mismas superaban los 7,300 millones de dólares, por lo que todo parece indicar que estaremos frente a un nuevo récord al final del 2022.
Parecen solo cifras, pero ¿Qué nos muestra todo esto? Nos muestra que incluso ante las circunstancias más difíciles, el sector privado nunca se ha retirado. Por el contrario, ha estado siempre ahí, arrimando el hombro, manteniendo su fe en el país, apostando por sacar adelante nuestra economía y protegiendo los empleos de los dominicanos y dominicanas.
Detrás de esas cifras, quisiera resaltar que al cierre del primer semestre hay más de 1.6 millones de empleos formales, generados por el sector privado, del total de 2.2 millones registrados como cotizantes en la TSS.
Cabe resaltar que, solo en el último año, a diferencia de procesos anteriores, ese mismo sector privado ha acordado ajustes en las tarifas de salario mínimo de entre el 19 y el 24 por ciento. Esto ha ocurrido en un ambiente de paz laboral y con la intención de proteger el poder adquisitivo de las familias ante las circunstancias que vive el mundo actualmente.
Es importante señalar también que el salario promedio está por encima del salario mínimo en los empleos formales. Múltiples empresas, voluntariamente y dentro de sus posibilidades, han venido realizando ajustes en todos las escalas salariales.
Junto a esta apuesta decidida de la iniciativa privada por el país, el otro gran factor que nos ha permitido siempre salir adelante y crecer ante la adversidad es que lo hemos hecho unidos, como una gran familia. Trabajando de la mano con todos los sectores sociales, preservando la estabilidad política y la paz social, es como hemos superado todos los obstáculos a lo largo de los años.
Y este es un elemento que no podemos perder de vista, que debemos preservar siempre: la estabilidad. Potenciando el diálogo, el entendimiento y la empatía, porque es mucho lo que podemos lograr juntos y también mucho lo que podemos perder si nos dividimos como sociedad.
Estas y otras fortalezas nos han permitido llegar donde estamos y sentar las bases para lo que viene, para el gran salto que nos proponemos.
Por eso, la apuesta que hacemos para duplicar nuestro PIB debe tenerlas muy en cuenta y potenciarlas, al tiempo que nos planteamos nuevas acciones.
Y ahora sí, hablemos un poco más sobre cómo es posible duplicar el PIB del país.
Amigos y amigas,
En primer lugar, debemos seguir apostando por los dominicanos y dominicanas, impulsando sin miedo nuestra economía y demostrando nuestra confianza plena en el país, en sus fortalezas y en su futuro prometedor.
Eso se puede reflejar en nuestro día a día de muchas formas.
Fomentando los encadenamientos productivos.
Incentivando la producción local.
Defendiendo la formalidad en nuestra economía.
Continuando y ampliando nuestros planes de inversión,
desmontando trabas burocráticas y, por supuesto, priorizando la conservación y creación de empleos de calidad.
No es tiempo para dudar, ni para detenerse.
Es tiempo de tomar impulso y mirar hacia adelante con optimismo.
Porque a nosotros los empresarios, más que a nadie, nos corresponde defender la estabilidad y la formalidad, tanto en el pago de impuestos como en las contrataciones, los salarios y, por supuesto, en el fomento de una economía competitiva, dentro de un mercado con reglas justas.
Y, aunque pueda sorprender a algunos, hemos sido responsables al plantear públicamente la necesidad de acercar el salario nominal al salario real y, de esta forma, acompañar el dinamismo económico que necesitamos.
No olvidemos que atender el salario real significa también mejorar los estándares de vida de los dominicanos, sus oportunidades de formación y su capacidad de compra. Y con estas mejoras se beneficia también la recaudación del Estado, que permitirá ofrecer servicios públicos de excelencia, y entrar así en un círculo virtuoso de desarrollo y crecimiento para todos.
Otro elemento fundamental, si queremos lograr un crecimiento que nos permitirá duplicar el PIB, es incentivar la inversión tanto pública como privada, orientada a las infraestructuras. Energía, agua, saneamiento, transporte, y telecomunicaciones serán clave, no solo por su efecto multiplicador, sino también porque mejoran sustancialmente las condiciones de vida de la gente.
Si logramos llevar hasta el 5% del PIB el porcentaje de inversión en estos rubros, estaremos mucho más cerca de nuestra meta.
En este sentido, es clave que reconozcamos la importancia de las alianzas público-privadas, que permitan llevar adelante aquellos grandes proyectos que, por separado, ni el Estado ni los empresarios privados pueden abordar en solitario y, sin embargo, son de gran valor para el progreso del país.
Otro aspecto fundamental en nuestra hoja de ruta será aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrece la coyuntura actual. Una de las más evidentes es el nearshoring, que se está materializando como una tendencia para la atracción de nuevas inversiones en nuestro país, para la generación de empleo y, por supuesto, para seguir estrechando los lazos comerciales entre Estados Unidos y República Dominicana.
Lograr la instalación en nuestro país de ‘empresas ancla’, es decir, firmas icónicas del mundo, capaces de generar miles de empleos y de atraer a otras empresas con su llegada, es también un objetivo realizable. Un objetivo por el que ahora, más que nunca, debemos seguir trabajando.
De la misma forma, impulsar una mayor cooperación e integración a nivel regional y potenciar las exportaciones y el comercio intrarregional debe mantenerse como uno de los objetivos prioritarios en nuestra agenda a corto, medio y largo plazo, para fortalecer la resiliencia de nuestra economía.
Si nos enfocamos por sectores, entre los que más potencial de crecimiento tienen para alcanzar nuestra meta, destacan: la construcción, el sector industrial, la minería, el turismo, las zonas francas y 3 sectores transversales que impactan a toda la economía: energía, agropecuaria y telecomunicaciones.
Por supuesto, una estrategia de crecimiento amplia no puede dejar fuera las brechas sociales y la inversión en el capital humano.
Por eso, apostamos también por acciones que permitan avanzar en educación, salud, innovación e incorporación de los jóvenes y las mujeres al mercado laboral.
En todos esos frentes, los empresarios debemos decir “presente”, apoyando la agenda de progreso a la que nos hemos comprometido, impulsando los sectores estratégicos que abran oportunidades a las grandes mayorías.
Debemos estar ahí para empujar al país, para garantizar la alimentación de todos los dominicanos y dominicanas, para aliviar la carga de la inflación que está ahogando la economía de muchas familias y, por supuesto, para garantizar la estabilidad, la paz social y el progreso que tanto nos enorgullecen como país.
Hoy, la ciudadanía espera mucho más de su liderazgo empresarial y nos corresponde estar a la altura, mostrando responsabilidad, solidaridad y empatía, porque eso es lo que necesita el país.
Amigos y amigas,
El liderazgo, el verdadero liderazgo, se prueba ante la dificultad. Y cada uno de ustedes son líderes en sus organizaciones, líderes capaces de lidiar con el presente, pero con la mirada puesta en el futuro.
Si algo nos han demostrado los acontecimientos de los últimos años es que no podemos dejar de lado nuestros planes a largo plazo para enfocarnos en resolver únicamente las dificultades del momento.
No debemos desviarnos de nuestros objetivos de fondo, de resolver los grandes problemas nacionales. Porque esos problemas no desaparecerán por sí solos.
No podemos dejar pasar una década más sin mejorar los resultados educativos de nuestros estudiantes en las pruebas nacionales e internacionales.
No podemos permitir que nuestro país siga teniendo problemas de suministro eléctrico y pérdidas en el 2030.
No podemos llegar a esa fecha sin tener los recursos humanos y tecnológicos necesarios para afrontar el futuro del trabajo y de la automatización, que avanza a pasos agigantados en todo el mundo.
Y no podemos tampoco dejar de avanzar en las medidas responsables relacionadas con el cambio climático, y la prevención y mitigación de desastres naturales, que afectan duramente a nuestro frágil ecosistema.
Por lo tanto, es nuestro deber como empresarios velar porque las metas se cumplan, porque los grandes objetivos no se abandonen y porque los planes se desarrollen más allá de los ciclos de la política y de los vaivenes del día a día.
Porque solo así lograremos avanzar con paso firme, sin desviarnos y sin dar marcha atrás, aún en los momentos más difíciles.
El que les he planteado hoy es un objetivo de país muy concreto y, además, alcanzable. Si actuamos con rigor, decisión y unidad, podemos lograrlo, podemos dar ese salto exponencial que nos coloque definitivamente en los primeros puestos de América Latina.
Amigos y amigas,
Hace unos meses, en el día del empresario, dediqué unas palabras a hablar sobre qué es ser empresario. Sobre lo que implica para cada uno de nosotros en el día a día, los sacrificios y las alegrías que supone sacar un negocio adelante, los retos que se presentan y cómo contribuir a la creación de empleo y riqueza en nuestro país.
Hoy, tampoco quiero dejar fuera de mis palabras ese lado humano, que a veces entre porcentajes y estadísticas se pasa por alto.
Sabemos que no siempre es fácil abrir caminos, superar el miedo y actuar con audacia.
Y también que en momentos como éste no faltan las voces críticas, que prefieren buscar culpables en lugar de soluciones.
Sin embargo, de la misma forma, conocemos la enorme satisfacción que supone comprobar año tras año la resiliencia, el dinamismo y la fortaleza de nuestra economía y de nuestro país. Admirar el talento de nuestra gente y la entrega de aquellos que, estén en la posición que estén, dan lo mejor de sí cada día por su país.
Sabemos que no hay recompensa mejor al esfuerzo diario que ver el resultado del trabajo bien hecho y, sobre todo, ver crecer y progresar a familias enteras, gracias a los frutos de ese trabajo.
Por eso, hoy es más importante que nunca que mantengamos la fe y no nos dejemos llevar de provocaciones vacías, que buscan desanimarnos o dividirnos como sociedad.
Por el contrario, invirtamos todo nuestro tiempo y esfuerzo en las provocaciones positivas.
Esas que nos incitan a seguir trabajando, a seguir buscando nuevas soluciones, a ir más allá cada día, a actuar por el bien de todos, desde el respeto y la concordia.
Esa es la provocación que necesitamos en este momento. La que saca chispas, pero de optimismo y entusiasmo, para superar cada nuevo reto.
Porque es mucho más lo que nos une, que lo que nos aleja. Y es mucho más fuerte el poder del optimismo y la fe, que el de aquellos que quieren desanimarnos y dividirnos.
Como empresarios, pero sobre todo como dominicanos que amamos nuestro país, nos corresponde liderar la marcha hacia adelante y seguir creando oportunidades y empleos dignos.
Demos juntos ese salto cuántico que nos merecemos, un salto de esperanza, de calidad de vida y de concordia, en el que no dejaremos a nadie atrás.
Un salto que recordemos durante décadas, que quede impreso en los libros de Historia y que podamos contarle con orgullo a las futuras generaciones.
Tenemos que llevar confianza y esperanza a cada rincón del país,
a los hombres y mujeres que están pasando dificultades,
a los jóvenes que buscan su primer empleo,
a los mayores que merecen un retiro digno,
y a todos los que creen en un futuro mejor.
Eso es lo que la gran familia dominicana espera y no me cabe duda de que lo lograremos, con entusiasmo, talento y trabajo, como siempre lo hemos hecho. Y con el orgullo de poner el buen nombre de nuestro país en lo más alto!
Muchas gracias.