Distinguidos miembros de la mesa principal,
Distinguidos miembros de la Cámara Americana de Comercio,
Distinguidos funcionarios de gobierno, cuerpo diplomático, invitados especiales, amigos de la prensa.
Señoras y señores:
Quiero empezar agradeciendo a todos, y muy especialmente a la Cámara Americana de Comercio, el gran honor que me hacen al invitarme como orador en este reencuentro tan especial.
Es una gran alegría volver a saludarnos en persona, sentir el abrazo de los viejos amigos y compartir nuevamente, aún con todas las precauciones, la alegría de estar juntos y mirar al futuro con optimismo.
Espacios como éste nos brindan una valiosa oportunidad para recordar lo que nos une y nos mueve; para intercambiar ideas y, sobre todo, para planificar mejor nuestros próximos pasos.
Porque, aprovechando que está aquí reunido buena parte del tejido productivo nacional, quiero hacerles un llamado a todos ustedes y a la sociedad dominicana en su conjunto.
Lo cierto es que, a pesar de que el Covid 19 nos ha dejado un mundo desbalanceado en muchos sentidos, no hay nada más importante en estos momentos que aunar nuestras voluntades para superar adversidades.
La única manera de seguir avanzando es caminar unidos. A pesar de los grandes retos que hemos ido superando y de otros que, sin duda, se presentarán.
Es tiempo de mirar hacia delante, de pensar más en nuestro futuro.
Lo cierto es que tendremos que convivir con la pandemia un buen tiempo, tal vez mucho más tiempo del pensado… Sin embargo, llegó la hora de cambiar el chip.
No podemos seguir centrándonos en culpar siempre al coronavirus de las dificultades.
¡Debemos poner toda nuestra energía en generar soluciones!
Amigos y amigas,
Nos encontramos inmersos en tiempos trascendentales para nuestro país y para el mundo.
Obviamente, los acontecimientos del último año y medio nos han puesto sobre la mesa grandes pruebas que vamos superando.
No solamente en materia de salud, sino también en materia de economía, donde hemos tenido que reinventarnos para poder seguir adelante.
Sin embargo, ya nos hemos sobrepuesto a mucho y es tiempo de enfocar la mirada y confiar en la luz que se ve al final del túnel.
Cada vez se ven más bajo control los índices de contagio a nivel mundial y la vacunación y la ciencia avanzan día tras día.
La economía mundial se va encaminando poco a poco a la recuperación, el turismo va creciendo y somos testigos de cómo, lentamente, el mundo se esfuerza por dejar atrás los malos tiempos.
Por supuesto, no somos solo los dominicanos los que estamos deseando pasar página. Cada país del mundo está deseoso de ponerse manos a la obra y retomar las riendas de su destino.
La crisis del Covid-19 no ha hecho más que acelerar el proceso de la Cuarta Revolución Industrial que venía dándose paulatinamente en todo el planeta.
Si ya antes de la pandemia vivíamos en un tiempo de cambios, ahora sabemos realmente hasta qué punto estos cambios pueden ocurrir de un día para otro.
Hemos sentido en carne propia como todo se mueve vertiginosamente y cómo estas transformaciones requieren de nuestra atención y capacidad de adaptación, si queremos sobrevivir y no quedarnos totalmente rezagados.
La nueva realidad nos obliga a estar inmersos en las nuevas tecnologías y, casi sin darnos cuenta, estamos dejando atrás costumbres y hábitos que han durado generaciones, por la instantaneidad de un click.
Esto puede resultar abrumador, es cierto, pero al mismo tiempo es una oportunidad única.
Por eso, para sacarle el mayor partido, desde el Foro Económico Mundial se está proponiendo el “gran reset” o el “gran reinicio”.
Según Klaus Schwab “Las posibilidades de cambio son ilimitadas y solo están restringidas por nuestra imaginación... Debemos aprovechar esta oportunidad sin precedentes para reimaginar nuestro mundo, para hacerlo mejor y más resistente a medida que emerge de la crisis”.
Creo que podemos estar de acuerdo con estas palabras. Porque no basta con volver a ser el país que éramos antes de la pandemia. Debemos aspirar a ser un mejor país.
Por supuesto, no existe una fórmula única para resolver este problema y, probablemente, nuestra solución sea muy distinta a la de otros países.
El sector privado, como motor de la economía, tiene la obligación de liderar el camino a la recuperación en la República Dominicana. Y debemos hacerlo sin vacilaciones, con decisión y confianza, asegurando la estabilidad y la continuidad de nuestras actividades económicas y, sobre todo, adaptándonos a los nuevos tiempos, que exigen de nosotros abrazar definitivamente el pensamiento disruptivo.
Sabemos que no será fácil, que requiere de esfuerzo, sacrificio y también de audacia. Sin embargo, no es la primera vez que enfrentamos momentos difíciles; ya hemos vivido otras crisis y hemos sabido salir airosos.
Durante décadas, hemos logrado mantener el crecimiento económico contra viento y marea, y hemos sido un ejemplo de estabilidad y progreso para toda la región.
Tenemos un sector privado sólido, diversificado y resiliente, que ha mostrado su solidaridad en los momentos más difíciles y que sabrá, en esta nueva fase, liderar la esperanza.
Ahora, con ese mismo espíritu de superación que nos llena de orgullo como dominicanos, debemos abordar este reto que nos presenta la Historia.
La visión de “sálvese quien pueda” es hoy el camino para que no se salve nadie. Porque nuestro mundo está tan interconectado que no deja espacio para el egoísmo ni el cortoplacismo.
Es el momento de tomar decisiones y de establecer un rumbo claro, que garantice el bienestar de todos.
Es hora de replantearnos qué debe permanecer como prioridad, qué debe mejorar y qué tiene que cambiar.
¡Es hora de poner en marcha “El gran reset dominicano”!
Amigos y amigas,
Si hablamos, en primer lugar, de qué debe permanecer como prioridad creo que podemos estar de acuerdo en que, hoy más que nunca, sabemos que lo primero son las personas.
Es hora de que hagamos un compromiso aún mayor por cuidar de nuestra sociedad, por cuidar de la gente.
Nos urge progresar, sin duda, nos urge seguir creciendo, pero más nos urge que el progreso llegue a todos.
Porque esta nueva normalidad, o nueva realidad, trae consigo muchas consecuencias. Y, como nos decía Schwab, no todas serán positivas si no actuamos de forma consciente para que sea así.
Quizás una de las consecuencias más negativas que estamos viendo en todo el mundo es la polarización, que amenaza con destruir el tejido político y social.
Cada persona vive, cada vez más, dentro de su propia burbuja digital, dificultando el diálogo, el entendimiento y la construcción de consensos.
Vemos como alrededor de nosotros, en países vecinos, esta ruptura comunicacional entre los distintos actores lleva a más desilusión.
La sociedad civil de esos países, decepcionada, no ve más opción que salir a las calles a exigir un nuevo contrato social, a demandar más bienestar y mejores condiciones de vida.
Las redes y los medios de comunicación, que pudieran ser utilizadas para abrir los canales de diálogo, muchas veces nos encaminan hacía la falta de reflexión y de puntos en común, alimentando más las distancias.
Y si estas distancias se hacen permanentes, en el medio queda un vacío en el que solo puede crecer la anti política.
Esto lo hemos visto surgir en diferentes países en los últimos tiempos. Se pasa muy rápidamente del rechazo a los gobiernos, al rechazo a la política en su conjunto.
Y esto es un peligro, porque si bien la conciencia crítica es esencial para la democracia, por sí sola rápidamente pudiera devenir en nihilismo y apatía.
Se pudiera convertir en demagogia, en autoritarismo y en soluciones que parecen fáciles, pero tienen pésimas consecuencias.
Y que nadie se engañe: en la antipolítica y las tentaciones totalitarias no hay nada de nuevo, ni nada de moderno. Es un proceso que, por desgracia, se ha dado muchas veces en el mundo y que ya se ha vivido en la República Dominicana.
Ese es un pasado al que no queremos volver, y es un futuro que debemos evitar a toda costa.
Por eso, ante el peligro del desencanto, como en todos los desafíos que nos plantea el momento actual, tengo el firme convencimiento de que la única respuesta posible es apostar por más unión y más compromiso.
Porque el mayor tesoro que tiene la República Dominicana, el verdadero secreto de nuestro éxito, no es el oro que tiene bajo su suelo, ni son las playas que visitan los turistas.
El mayor tesoro que hemos tenido en las últimas décadas es la estabilidad política y social. Esa estabilidad ha sido el pilar sobre el que hemos construido todo lo demás y el bien último que no podemos perder.
Por eso es vital evitar la crispación en estos momentos y avanzar unidos.
Mantener nuestro tejido social cohesionado. Es vital que la conciencia crítica encuentre caminos constructivos en los que expresarse y que las decisiones clave para nuestro país sean producto del consenso.
Nosotros, como empresariado, debemos seguir acercando posiciones para buscar espacios en común que cierren el paso a la irritación y la convulsión. Necesitamos abrir las puertas al entendimiento, si de verdad queremos avanzar como sociedad y como país.
Amigas y amigos,
Debemos aprovechar el empuje de la post-pandemia para solucionar algunas asignaturas pendientes que ya tenía el país y que ahora son, si cabe, más urgentes.
Una de esas asignaturas es, precisamente, la educación. Un aspecto clave en el que, aunque se ha hecho un gran esfuerzo presupuestario, necesitamos ser más eficientes y es muchísimo lo que hay que mejorar.
Recientemente vimos como la mayoría de los aspirantes a profesores no fueron capaces de superar los exámenes académicos. De la misma forma, vemos con preocupación la pervivencia de la brecha digital, cuyas consecuencias se pusieron claramente de manifiesto durante el pasado año escolar.
Aquí también, la reciente experiencia con la educación a distancia, nos debe servir para identificar qué áreas de la educación pueden reforzarse con las herramientas digitales, cuáles deben permanecer como estaban y cómo podemos acortar distancias entre estudiantes de diferentes estratos sociales.
El acceso al conocimiento, la preparación de nuestros jóvenes para las profesiones del futuro y la calidad educativa son, sin duda, pilares fundamentales en la construcción de la República Dominicana que todos queremos.
Esto me lleva al siguiente punto sobre el que les propongo reflexionar en este proceso de “reinicio”.
¿Cuáles serán las claves para el crecimiento en esta nueva etapa?
Sin duda una de esas claves será la competitividad, que como sabemos es la piedra angular del desarrollo económico y social. Por tanto, si queremos mantener nuestra posición de liderazgo en la región y avanzar puestos en comparación con otros países, debemos seguir apostando por un tejido económico competitivo e innovador, que nos permita generar desarrollo.
Por ende, las reformas que emprendamos como país deben ser progresivas e ir encaminadas a fomentar un clima favorable para la inversión, la creación de empleos y el crecimiento.
Junto a este pilar, no podemos olvidar tampoco la sostenibilidad.
Cada vez más voces se unen y son más las personas conscientes de que debemos empezar a cambiar nuestra realidad por una más sostenible.
Debemos impulsar los cambios necesarios para cuidar mejor de nuestro medio ambiente.
En el siglo XXI la prioridad debe ser cuidar de nuestros ecosistemas y hacerlos habitables y sanos para las futuras generaciones.
En nuestro país estamos sintiendo ya los efectos del cambio climático con sequías cada vez más severas, con ciclones más potentes cada año y con océanos que suben de temperatura, poniendo en peligro valiosos ecosistemas.
Y en esto, una vez más, quedaron atrás los tiempos en que el desarrollo económico y el cuidado del medio ambiente parecían avanzar por caminos divergentes.
Por el contrario, hoy sabemos que no hay desarrollo económico ni crecimiento real que pueda sostenerse a largo plazo si no tiene en cuenta las necesidades del planeta.
Cabe decir que hoy en día ningún sector vive ajeno a esta necesidad y, de hecho, hemos asistido a la profunda transformación de industrias completas, para reducir al mínimo su impacto, como es el caso de la minería o la generación energética.
En el caso de nuestro sector eléctrico tenemos frente a nosotros la posibilidad de dejar de percibir la electricidad como un eterno problema y empezar a verla como una oportunidad para atraer inversión y crear empleo.
El impulso que le está dando EEUU a las energías renovables, debería animarnos a buscar cada vez más oportunidades para crecer en este sector.
Sabemos que las energías renovables, las industrias verdes y la economía circular que no deja residuos, son sectores económicos altamente competitivos y con un enorme potencial de creación de empleo y riqueza para nuestro país.
Por todo ello, debemos contribuir aún más al desarrollo de estas iniciativas. Es nuestra misión tratar de modernizar y orientar nuestro tejido productivo hacia un camino respetuoso con el medio ambiente y la sostenibilidad.
Al mismo tiempo, es necesario abrir una conversación honesta con todos los sectores sociales para garantizar que somos capaces de encontrar ese punto de equilibrio entre el progreso y la protección de nuestros recursos naturales, sin dejarnos llevar por las pasiones ni caer en el cortoplacismo.
Junto al enfoque medioambiental, hay otro pilar fundamental que entiendo estamos en capacidad de desarrollar y que tiene también el potencial para lograr un gran impacto en nuestro país. Me refiero a la llamada economía naranja.
Recordemos que bajo este nombre se engloban todas aquellas actividades relacionadas con el fomento a la cultura, la creatividad y también la identidad. Se trata, en definitiva, de lograr que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales y de impulsar el trabajo creativo de nuestros emprendedores, innovadores y artistas.
Se calcula que el potencial de nuestra cultura equivale, al menos, a 2 puntos del PIB. Además, se trata de un sector con escaso impacto en el medio ambiente y que, al mismo tiempo, puede ser intensivo en mano de obra y generar miles de empleos.
Sin duda, son muchos los motivos para desarrollar nuestra cultura, para apoyar la creación de contenidos, la producción nacional de ideas e iniciativas innovadoras, que van desde la producción de una película, hasta el desarrollo de un software propio.
Personalmente, junto a todas estas razones, hay una más que creo es clave en este momento y no debemos dejar de lado.
Nuestra economía naranja, como dije antes, nos habla de ideas propias y de nuestra identidad como país. Nos vincula en torno a esos valores comunes que nos definen como dominicanos y nos permite desarrollar soluciones de convivencia y entendimiento a nuestra medida.
En un momento en que la polarización y las guerras culturales están dividiendo a sociedades de todo el mundo, es más importante que nunca tender puentes en nuestra sociedad.
Para lograrlo es clave contar con un discurso propio dominicano, con historias nuestras, con ideas y soluciones pensadas por nosotros y para nosotros, en vez de adoptar doctrinas externas que, sean del signo que sean, no necesariamente resuelven los problemas de nuestra sociedad.
Finalmente, pero no menos importante, quiero enfatizar que el “reinicio” que estamos comenzando no tendrá éxito si no es femenino y plural. Es decir, si no tiene en cuenta la participación igualitaria de la mujer y la plena inclusión de todos los colectivos sociales.
Señoras y señores,
Como les decía al principio: el tiempo de culpar a la pandemia quedó atrás. Estamos ya en el tiempo de “reiniciar”, de retomar la marcha con más impulso que nunca y de avanzar con paso decidido.
Sin embargo, eso no significa olvidar las lecciones aprendidas.
Este “gran reset” debe recordar que sin futuro compartido no hay posibilidad de desarrollo individual.
Debe hablar desde la empatía, la honestidad, la humildad y la colaboración.
Debe poner en valor esos servicios públicos que han demostrado ser absolutamente necesarios en la pandemia, al mismo tiempo que debe proteger la iniciativa privada que ahora está liderando la recuperación.
Este gran reset debe reconocer la importancia de la institucionalidad, de la seguridad jurídica y, por encima de todo, de la estabilidad social, que ha probado ser un valor esencial para superar todas las dificultades juntos.
Y, finalmente, este reinicio debe impulsar definitivamente el progreso tecnológico, pero asegurándonos siempre de que ese impulso pone en primer lugar a las personas y sus necesidades.
Sí, es la hora de apretar el acelerador, de afrontar el futuro con esperanza y de darle la bienvenida a una nueva era.
Pero en este nuevo comienzo llevaremos con nosotros lo mejor de nuestra esencia, lo que nos hace únicos, lo que nos une y hace latir nuestros corazones con la misma emoción.
Los colores de nuestra bandera, la belleza infinita de nuestros paisajes, esa canción que siempre nos hace mover los pies, el sabor de un buen plato casero… ¡La esencia de ser dominicano!
En este nuevo comienzo no olvidaremos la importancia de los abrazos, que han demostrado tener más valor que el mejor de los negocios.
No dejaremos atrás a los más mayores, que han sufrido demasiado durante esta crisis.
No escatimaremos las palabras de aliento y amabilidad con nuestros compañeros y amigos.
No dejaremos pasar un día sin agradecer nuestra salud y la de nuestros seres queridos.
No soltaremos de la mano a nuestros hijos e hijas, que merecen más que nunca recuperar la alegría, los juegos y las caricias.
En este nuevo comienzo debemos estar más unidos que nunca y, de esa forma, nos convertiremos en la generación que fue capaz de vencer al mayor enemigo que hemos tenido en 100 años, que supo superar la adversidad y, sobre todo, la generación que comprendió que el verdadero progreso es aquel que llega a todas y cada una de las familias dominicanas, hasta el último rincón del país.
¡Comprometámonos a liderar ese progreso!
Muchas gracias