DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONEP, PEDRO BRACHE EN EL ALMUERZO DE LA CÁMARA AMERICANA DE COMERCIO

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DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONEP, PEDRO BRACHE EN EL ALMUERZO DE LA CÁMARA AMERICANA DE COMERCIO

Agradezco profundamente la invitación de la Cámara Americana de Comercio para participar como orador en su tradicional almuerzo mensual. Si bien es cierto que durante varios años he tenido el honor de contribuir con esta cámara como miembro de su consejo, en esta ocasión mi presencia se reviste de un carácter especial.
Es la primera vez que lo hago como orador invitado y comparezco como presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada. Constituye para mí un honor presidir una institución como el Conep, ligada al desarrollo de la República Dominicana durante más de 50 años. Comparto plenamente sus principios, y con el resto de nuestra junta directiva y miembros estamos conscientes del rol que nos corresponde jugar en esta etapa de nuestra historia.
Adicionalmente, el momento es “especial” si tomamos en cuenta los cambios que están ocurriendo en el mundo, y sobre todo la velocidad de los mismos.
Hace apenas un año, sectores productivos de nuestro país manifestaban preocupación por el impacto que proyectaba tener el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), negociado por doce de las economías más pujantes de la cuenca del Pacífico. Expresaban que la entrada en vigencia de este “mega acuerdo” erosionaría nuestras preferencias de acceso al mercado de los Estados Unidos, afectando nuestras exportaciones de textiles y calzados. Sin embargo, meses más tarde, en su primer día de trabajo como presidente de los Estados unidos, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para retirar a su país del TPP.
Si bien es cierto que en lo inmediato esta decisión de Trump disipaba las preocupaciones en nuestro país, no menos cierto es que a través de la misma delineaba el alcance de su nueva política comercial: “America First”. A su vez colocaba de nuevo en la agenda internacional la vieja receta del proteccionismo y del nacionalismo como respuestas a las posibles inequidades que pudiera haber traído consigo la globalización.
Hoy, en cambio, la atención del mundo se centra en el alcance que pueda tener la poco previsible nueva política comercial de los Estados Unidos. Quizás el inicio reciente de las conversaciones para la renegociación del NAFTA podría traer consigo algunas señales de cómo podrían transcurrir las cosas. 

En otro ámbito geográfico, hace poco más de un año el mundo miraba con escepticismo como la mayoría de los británicos votaban a favor de la salida del Reino Unido de la unión europea. Hoy, un año después, se ha invocado el artículo 50 del tratado de la Unión Europea y el Brexit ya está en marcha. Las discusiones giran en torno al andamiaje requerido para las nuevas relaciones del reino unido con el bloque, pero también con el resto del mundo.
Hasta hace no mucho tiempo, se hablaba en República Dominicana de Haití como nuestro segundo socio comercial. Y efectivamente, con posterioridad al devastador terremoto que afectó la parte oeste de nuestra isla en 2010, nuestras exportaciones crecieron exponencialmente llegando a superar los mil millones de dólares en comercio formal. Sin embargo, fruto de la falta de institucionalidad e inestabilidad política de nuestros vecinos, diversos obstáculos han afectado nuestro comercio bilateral significativamente. Cifras oficiales reflejan una reducción superior al 20% tan solo en el año 2016. Es indudable el alto potencial que tiene la relación comercial bilateral para ambos países, y es preocupante como muchas de estas medidas permanecen en el tiempo.

 

Muchas otras cosas han pasado tan solo en lo que va de año en nuestra región. Hemos visto como la inestabilidad política, económica y social en Venezuela ha escalado a niveles alarmantes y como su democracia fenece. Panamá ha terminado sus relaciones diplomáticas con Taiwán y formalizado relaciones con la República Popular China, meses después de inaugurar la ampliación de su canal. Guatemala y Honduras constituyen la primera unión aduanera de nuestro continente, y se espera que El Salvador se incorpore a la misma antes de terminar el año. Puerto Rico atraviesa la más profunda crisis económica y financiera de su historia reciente, y procesos de reforma y apertura en Cuba parecen estancarse a partir de la desaceleración de la “normalización” con los Estados Unidos.
Y a todos estos acontecimientos se agrega un factor aún más transformador, y que acelera la velocidad de los cambios: la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas y que economistas como el fundador y director ejecutivo del foro económico mundial Klaus Schwab han bautizado como “La Cuarta Revolución Industrial”.
Señala Schwab, y no puedo estar más de acuerdo, que “estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes".
Es en este escenario en el que se empieza a asimilar la realidad de que los puestos de trabajo ya se están viendo desplazados por robots. De que el “internet de las cosas” irrumpe en todas las áreas de la economía, y toda nuestra información ya está en las nubes.
Siete de las diez compañías más valiosas del mundo son del sector tecnológico. Mientras el mercado bursátil de Estados Unidos alcanza nuevos topes, las ganancias se concentran cada vez más en las grandes acciones tecnológicas. ¿Será esto permanente? Aun no lo sabemos. Un artículo publicado hace unos días en The New York times bajo el título “La burbuja va a estallar” lo pone en duda. Por el momento solo podemos prepararnos y adaptarnos, el resto solo el tiempo lo dirá.
Sin lugar a dudas, estamos viviendo un momento histórico singular, un cambio de Era. Y en este contexto ningún país tiene su futuro asegurado. Los más exitosos serán aquellos que sepan “leer” mejor la realidad y diseñen mecanismos más eficientes para enfrentar las transformaciones.
Pero este escenario competitivo, está marcado también por la obligación de hacernos responsables, como país, de construir nuestro futuro, que muchas veces se resiente por el ritmo y la intensidad de nuestros tiempos. Estamos llamados a dar un salto cualitativo, y definir claramente hacia dónde queremos ir. Reconocer que en el firmamento no solo se presentan amenazas, sino también muchas oportunidades.
Es por esto que en lo que resta de mi presentación, no escucharan una pieza de oratoria sofisticada, ni mucho menos la receta para la solución de nuestros retos. Más bien, reciban mis ideas como una invitación a pensar en nuestro país y su desarrollo, desde el espacio que abre la innovación. Es decir, desde lo que requerimos para integrarnos mejor a un mundo de cambios acelerados, complejos y competitivos.
En este sentido, existen dos aspectos fundamentales para repensar el futuro de la República Dominicana, catapultar su desarrollo y garantizar su prosperidad. Por un lado, debemos asumir la imperiosa necesidad de transformar nuestro modelo económico. Por otra parte, y sin ser menos importante, debemos promover un orden institucional como garante de seguridad jurídica.

 

Repensemos nuestro modelo económico....
En los últimos cincuenta años, la transformación social y económica de la República Dominicana ha sido evidente. Podemos referirnos a ese proceso como “El gran cambio”, mismo título de la obra publicada por Frank Moya Pons en 2013 bajo los auspicios del Banco Popular.
Nuestras cifras macroeconómicas son positivas. Nuestra economía ha mantenido un crecimiento constante, que cuando no ha liderado a la región al menos se ha ido por encima de la media. Tal y como ha señalado el propio Moya Pons, “El turismo, las zonas francas, las remesas familiares procedentes de la diáspora dominicana, la inversión extranjera en minería y comunicaciones, las inversiones del sector privado, la industrialización, el auge del sector financiero y bancario, la multiplicación de las micro y pequeñas empresas, y en general el desarrollo de una economía de servicios, han terminado reemplazando las antiguas plantaciones como principal fuente de empleo y de crecimiento económico”. Aunque en defensa del sector agropecuario al que (entre otros) pertenezco, también se puede resaltar su peso en nuestra economía.
Sin embargo, lejos de ser conformistas, debemos ser realistas. Debemos reconocer los retos globales que enfrentamos y las reformas estructurales que necesitamos. No debemos temer a un cambio de paradigmas, y debemos abrir la mente a las ideas que nos permitan construir la República Dominicana del futuro. Después de todo, como dijo Einstein “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”.
Digo esto porque no podemos vivir aferrados al pasado. A veces leo artículos en periódicos y revistas que primero me provocan risa y luego preocupación. Por ejemplo, el otro día leí un artículo de un economista donde se planteaba que la economía dominicana se podía revolucionar con un clavo. Sin embargo, ya sea como economista o carpintero, muchas de las veces que ha intentado clavar el clavo ha roto la tabla, y nos ha correspondido a nosotros arreglarla.
Debemos poner valor a lo que se ha construido en décadas, y proyectarlo a futuro. No podemos abordar los desafíos “reactivamente”, sino identificar “prospectivamente” las oportunidades.
Pero más allá, veamos los casos de éxito en el mundo. ¿Qué ha funcionado en países que mejor desarrollo humano y económico han generado? ¿Qué estándar de vida tienen? ¿Cómo han logrado la prosperidad y educación de su clase media? ¿Cómo puede todo esto ser una referencia en la visión de lo que debería ser nuestra economía del futuro?
No es casualidad que los países que han alcanzado los mayores niveles de desarrollo en las últimas décadas se han sustentado en una pirámide estratégica; una alianza entre el gobierno, el sector privado y la academia. Respetando roles y espacios, pero enfocados en objetivos comunes.
Al hablar del gobierno hablamos de un garante del ejercicio de los derechos y deberes públicos, que regule con equilibrio, pero sobretodo facilitador; sobre quien recae el mandato de la conducción ejecutiva del estado. Un sector empresarial pujante y emprendedor, como motor del desarrollo económico a través de la iniciativa privada. La academia como fuente del conocimiento, instrumento de formación de nuestros recursos, pero sobre todo como espacio de pensamiento e innovación a través de la investigación y el desarrollo.
Este orden de los actores no debe entrar en colisión, sino más bien formar una sólida coalición. Una orquesta bien sincronizada. Pues si bien el gobierno procura el bien común a través de la distribución de las riquezas, a través de vez de la libre empresa es que se generan las riquezas. Y como todo en la vida, la clave está en el equilibrio.

 

Los países que han alcanzado los mejores niveles de avance han contado con la iniciativa privada, con inversión en muchas áreas, pero sobre todo en tecnología que ha permitido aumentar su productividad. Han contado con industrias fuertes que han motorizado su desarrollo interno. Con gobiernos que han priorizado las inversiones en la infraestructura requerida para ese desarrollo.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que la transformación de nuestro modelo económico conlleva la definición de una estrategia, que nos permita identificar objetivos comunes. Esta agenda renovada implica reflexionar sobre el ¿Qué? ¿Para qué? Y ¿Cómo?
Nuestra estrategia debe enfocarse en actividades que generen divisas a nuestra economía. La atracción de inversión extranjera, las exportaciones a través de la innovación en términos de tecnología y productividad en nuestra industria y agropecuaria local, el turismo y las zonas francas, son sectores que, aunque ya desarrollados, aún tienen altísimo potencial de crecimiento. Por lo tanto, deben convertirse en los principales puntales de nuestra estrategia.
Muchos elementos son imprescindibles mientras ajustamos las velas a los vientos actuales. Valoremos los complementos necesarios para aumentar nuestro desarrollo productivo, desde los recursos humanos que sirven de base a la cadena de producción, hasta los encadenamientos que vinculan a los diferentes sectores.
Todo esto debe ser visto en un contexto global. El mercado ya trasciende fronteras, y la clave del éxito reside en aumentar los niveles de productividad y ser más competitivos.
A veces somos conservadores al referirnos a la apertura comercial, pero gran parte del comercio mundial ya está liberalizado. Y aunque somos una isla, no estamos aislados. Nuestro país no es la excepción. Con cinco acuerdos comerciales que cubren 49 países, cerca del 90% de nuestro comercio exterior sería preferencial al momento de plena vigencia de estos acuerdos.
En consecuencia, debemos reconocer que la época de crear desarrollo sobre la base puramente de incentivos o protección está llegando a su fin. Esto no significa que no se continúe ofreciendo todo el apoyo a sectores estratégicos. Y que no seamos cautos al embarcarnos en nuevos procesos de negociación comercial. Pero se debe producir una transición hacia la alta productividad, como han hecho ya muchas industrias para poder competir con lo que esta y con lo que viene. ¡Todos nuestros productos deben tener calidad mundial!
Para citarles un ejemplo, hace apenas algunas semanas recibimos en una de nuestras empresas a un experto en producción de guayaba. Con mucho orgullo le informamos que teníamos la capacidad de producir 40 toneladas por hectárea, cuando el promedio nacional eran 8. Su respuesta fue inmediata: “en Brasil estamos produciendo 70 toneladas”.
Ante situaciones como esta, no hay incentivo a la exportación que pueda cubrir una brecha en productividad de esta magnitud. Gran parte de la inversión en nuestra producción debe destinarse a la transferencia de conocimientos que permitan adquirir el know-how para aumentar la misma. Ganancias de productividad, ahí está una de las claves más importantes del desarrollo.
Grandes reformas se han producido en los últimos años en nuestro país, y muchas otras aún se encuentran pendientes. La estrategia nacional de desarrollo propició la concertación de tres grandes pactos: educación, eléctrico y fiscal.
En el tema educativo hemos experimentado importantes avances a raíz del pacto. Ahora tenemos el reto de que los mismos no solo sean cuantitativos sino también cualitativos. También de lograr una mayor vinculación entre la formación y el mercado laboral.

 

Cuando Costa Rica logró atraer la inversión de Intel en el año 1996 hubo tres razones claves que le hicieron merecedores de esta elección por parte de Intel: el sistema educativo nacional, la estabilidad económica y política y la facilidad de establecer los permisos para iniciar y poner en marcha el negocio. Pero sobretodo, el hecho de que costa rica contaba con una cantera de profesionales jóvenes y bien preparados constituyo el punto de inflexión de la decisión tomada.
Como lección esto nos dice que, si la Republica Dominicana desea atraer inversión extranjera de alto valor agregado, debe hacer la tarea en cuanto los requerimientos de esta, y orientar nuestro sistema educacional superior y técnico en base a estos requerimientos. La estrategia de educación debe enfocarse en subir los niveles de matemáticas y ciencias a estándares internacionales, así como promover carreras que estén alineadas con las nuevas tendencias de negocios. Siempre he pensado, y mientras más leo e investigo más lo creo, que la forma más óptima de vencer la pobreza, es a través de la educación.
En la actualidad estamos embarcados en la etapa final de la definición del pacto eléctrico. Hasta la fecha se han aprobado 218 propuestas de las 246 presentadas y quedan por acordar unas 26. Este pacto trae consigo una transición en seis años a una tarifa técnica, y un plan de reducción de pérdidas en distribución que llevaría las mismas de un 32% a un 15%. Estas mejorías contribuirán a aplacar en su gran mayoría los déficits que hemos vivido por décadas en este sector del país.
A partir de mañana entraremos en la recta final de las plenarias para ratificar este pacto. Quiero aprovechar este momento para reconocer el trabajo arduo de todos los técnicos y miembros del Conep y del consejo económico y social, así como todos los sectores que han asumido el compromiso de mantenerse aportando a este pacto por los casi tres años que llevamos discutiéndolo. Nuestra misión después de firmado el pacto, es velar por su cabal cumplimiento.
El gobierno ha manifestado que oportunamente convocará a los sectores para la discusión del pacto fiscal. Cuando llegue el momento, estaremos prestos a contribuir con la adecuación de nuestro sistema. Explorar mecanismos que nos permitan no solo mejorar las recaudaciones, sino también transparentar el gasto. Ahora bien, nos preocupa que previo a la discusión de un marco integral, continua una proliferación de leyes estableciendo nuevos impuestos. Nos preocupa además, como vienen aumentando los costos de procesos administrativos, lo que conjuntamente con la permisología burocrática y discrecional, nos resta competitividad.
Fuera de estos pactos, un proceso pendiente e importante es la reforma laboral. Es mucho lo que se ha avanzado y poco lo que queda por consensuar. Y si algo puedo garantizarles hoy aquí, es que bajo ningún concepto el sector empresarial atentará en contra de los derechos adquiridos por los trabajadores. Sin embargo, el momento es propicio para adecuar nuestra legislación, y de esta forma ser más competitivos con respecto a nuestros pares regionales.
Damas y caballeros,
Hablemos ahora del fortalecimiento institucional como garante de la seguridad jurídica, condición indispensable para lograr el desarrollo sostenible.
Permítanme contarles una historia personal. Algo que me ocurrió cuando apenas tenía ocho años y que nunca me imaginé sería una experiencia que me serviría por el resto de mi vida.

Acompañando a mi madre a una farmacia muy famosa en esa época, me llamó la atención una cesta llena de pelotas de muchos colores. Me gustaron tanto que tomé una y me la puse en el bolsillo. Salí de la farmacia hacia el carro y ahí me quedé hasta que mi madre terminó de comprar lo que necesitaba. Cuando llegué a la casa saqué la pelota y empecé a jugar con ella. Cuando mi madre se percató de lo que había sucedido, me montó en el carro y me hizo no solo ir a devolver la pelota sino también asegurar que no se volvería a repetir. ¡Una vergüenza en el momento, pero una lección hasta el día de hoy!
Y ustedes se preguntarán, que tiene que ver mi historia de infancia con fortalecimiento institucional. La relación es directa. La transparencia, honestidad y pulcritud, son valores que se aprenden en el hogar. Y cuando se adquiere experiencia propia, se puede llegar a estas conclusiones:

  • -  La lucha contra la corrupción se empieza a ganar en la casa a través de los valores y ética de conducta que nos transfieren en el núcleo familiar. Es parte de nuestra vida cotidiana, de cómo nos comportamos en la calle, en nuestro trabajo, o en la política. De si nos “comemos” el semáforo en rojo o estacionamos en un lugar indebido; de si cuando vemos algo malo y no decimos nada, o de cuando muchas veces nos es más fácil cumplir las leyes en otros países más que en el nuestro.
  • -  No debe haber permisividad para lo indebido, no importa el tamaño del hecho. Los pequeños actos tienden a hacerse más grandes, y surten peores efectos.
  • -  La corrupción se mueve como una onda expansiva, que afecta la reputación no solo del que comete el acto, sino también de su familia, sus relacionados, las instituciones a las que pertenece y de toda la sociedad.
    Nunca debemos perder nuestra capacidad de asombro ante los actos de corrupción ni tampoco minimizarlos. Cuando lo hacemos, la convertimos en parte de nuestra cultura, y pudiéramos hasta llegar a hacernos inmunes a ella.
    En otro orden, el Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep) está consciente de la importancia de un sistema judicial independiente y eficiente para el fortalecimiento de nuestra democracia y el desarrollo de la nación. De esta forma se consagra la seguridad jurídica que descansa en la fortaleza de nuestras instituciones.
    Es por esto que desde hace años el Conep ha seguido de cerca la reforma del poder judicial, la creación y fortalecimiento de la carrera judicial, la reforma de nuestro sistema electoral, así como todas las reformas a nuestra constitución o discusión de reformas legales sobre temas de interés nacional. Pusimos todo nuestro empeño en dar seguimiento al más reciente proceso llevado a cabo por el Consejo Nacional de la Magistratura, y entendemos que el balance fue positivo.
    Por otro lado, hemos propiciado espacios para la discusión de la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, poniendo especial énfasis al tema del financiamiento. Confiamos en que sin mayores dilaciones nuestro Congreso Nacional apruebe esta importante pieza legislativa antes de que termine la presente legislatura.
    Promover la institucionalidad no significa destrozar las instituciones que tenemos. Debemos reconocer y resaltar muchas de ellas que funcionan adecuadamente. Tenemos que ser cuidadosos al generalizar críticas que pueden salpicar casos particulares. No olvidemos que todo lo que se exagera termina por convertirse en irrelevante.

 

Seguir robusteciendo los poderes del estado y darles la debida independencia es un ejercicio continuo y necesario para obtener el desarrollo.
Es importante seguir forjando un país donde se legisle para mejorar nuestras instituciones sin coartar los derechos de ningún grupo, institución, o persona.
Un país donde las leyes que existen y las que se creen se apliquen a todos por igual. Al mismo tiempo es importante cuidar el equilibrio de los poderes para que no nos ocurra lo que en algunos países del hemisferio, donde se ha establecido un dominio del poder judicial en algunos casos, del poder legislativo en otros, o del poder gubernamental en otros casos aislados.
Si tomamos una muestra los países que han alcanzado un desarrollo sostenible relativo, veremos que son aquellos que mejor trabajo han hecho en el equilibrio y credibilidad de los poderes, además de ser los que poseen una amplia y dominante clase media.
Tomando como referencia el estudio del 2016 de la Relial (Red Liberal de América Latina) sobre los índices de calidad institucional, y el estudio también del 2016 sobre el índice de desarrollo humano del PNUD, se observa de manera inequívoca, que los países que ocupan las primeras posiciones en el ranking de institucionalidad son los mismos que ocupan las primeras posiciones en el ranking de desarrollo humano.
Aún más, estos países son naciones que poseen una clase media amplia y mayoritaria, y con los estándares de vida más altos del mundo. Pudiéramos inferir de estos estudios al mirarlos juntos que la institucionalidad y el desarrollo van de la mano, y que el éxito económico y de desarrollo humano dependen mucho de la misma.
Consideramos entonces, que la institucionalidad constituye un reto permanente para el crecimiento de las empresas y los negocios, y que su fortalecimiento contribuye con el desarrollo de nuestro país.
Señoras y señores,
No debo concluir mis palabras sin dejar de mencionar que nuestro país tiene una gran deuda social que debe ser atendida. En general, muchos conocemos estadísticas sobre la pobreza y su evolución, pero creo que es mucho más difícil comprender lo que es ser pobre.
Lo que si podemos hacer es continuar creando oportunidades para los que menos tienen. La mejor manera de salir de la pobreza, es ganándole la batalla a la ignorancia.
Sumemos voluntades. En la etapa actual, abundan espacios para forjar alianzas público-privadas que puedan hacer sostenible nuestro desarrollo. Y si este modelo ha sido exitoso en nuestro país y en nuestra región, debemos seguirlo impulsando.
Nunca dejemos de soñar y mucho menos cuando se trata de la República Dominicana. Por más retos que enfrente nuestro país, debemos recordar siempre, que tenemos muchas oportunidades.
Pero también hay factores de otro tipo, que son los que hacen que el momento actual sea realmente clave en nuestro país. Me refiero, sobre todo, a ese intangible que es tan valioso en los negocios: la confianza.

 

Desde el Conep queremos contribuir a la generación de un círculo virtuoso de confianza que crezca en todas direcciones. Que logre una convergencia de nuestras ideas a lo interno de nuestra organización, en nuestras relaciones con el estado y los grupos políticos, en nuestros vínculos con todo el sector privado y la sociedad civil, y en las relaciones de nuestro país con el resto del mundo. Después de todo, ¡son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan!
Como ciudadanos responsables, trabajamos para que nuestras acciones contribuyan al desarrollo de nuestro país.
Estamos seguros de que las oportunidades de negocio ya trascienden las fronteras. No importa el tamaño de las empresas, su expansión y desarrollo cada vez más se orienta hacia mercados globales.
Confiamos, en que en la medida que nuestras empresas, industrias y sectores productivos se fortalecen, se crean más empleos, y se mejora la vida de todos los dominicanos. Es el momento de mirar adelante y de forjar los cimientos de un futuro promisorio para todos los dominicanos.
Creo firmemente que vivimos en un gran país; un país con un vasto potencial que aún no hemos desarrollado en su totalidad. Cada uno de nosotros puede lograr más, puede vivir mejor, puede ser mejor. Tenemos la capacidad.
Con visión y determinación, estoy seguro de que alcanzaremos nuestros propósitos.
¡Muchas Gracias!