DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONEP EN EL DÍA NACIONAL DE LA EMPRESA PRIVADA 2022

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DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONEP EN EL DÍA NACIONAL DE LA EMPRESA PRIVADA 2022

Señor Luis Abinader Corona, Presidente constitucional de la República Dominicana, Honorable Señor Eduardo Estrella presidente del senado, Honorable Presidente de la Camara de Diputados Señor Alfredo Pacheco, Honorable Señor Milton Ray Guevara, presidente del tribunal constitucional. Honorables Senadores y Honorables Diputados. Distinguidos miembros de los cuerpos diplomáticos.  Señores Ministros, Directores y Viceministros. Invitados especiales, Estimados miembros de la junta del Conep y estimados socios y empresarios presentes. Amigos de la prensa, 
 
Señoras y señores:
 
En nombre del CONEP quiero darles la bienvenida a este encuentro.
 
Es siempre un honor celebrar el día del empresario con todos ustedes. Y es especialmente significativo y emotivo hacerlo hoy, tras superar este largo periodo de desafíos que nunca habíamos vivido, ni como comunidad empresarial, ni como país. 
 
Como saben, en 2020 y 2021, por primera vez desde la fundación de nuestra organización, hace 59 años, no nos fue posible reunirnos y conmemorar este día. 
 
Ahora eso parece solo un pequeño detalle en el calendario, comparado con los enormes cambios que enfrentamos y los innumerables encuentros de todo tipo que tuvimos que cancelar o realizar de manera virtual.
 
Sin embargo, no podemos olvidar los enormes sacrificios y pérdidas que han sufrido cientos de miles de familias en este periodo. Como tampoco los que muchos hogares siguen viviendo hoy, para salir adelante y recuperar una normalidad que se resiste a regresar, ante el embate de la crisis económica y de la guerra que sacude Europa.  
 
Tampoco podemos pasar por alto el esfuerzo que han tenido que realizar miles de empresas, de todos los tamaños, para lograr contener el Covid-19, preservar los empleos y navegar en un mar de incertidumbre y volatilidad, que todavía nos rodea.
 
No perdamos de vista que se calcula que, solo la pandemia, se ha llevado un 4.5% del crecimiento económico mundial.
 
Como en su momento lo advirtió el profesor Ricardo Hausmann, que hoy nos acompaña, el covid mantuvo frenada la economía de nuestros países y es ahora, en 2022, cuando la recuperación se empieza a abrir paso.
 
Sin embargo, al mismo tiempo, la guerra en Ucrania ha disparado aún más la tendencia inflacionaria en todo el mundo, especialmente en productos como granos, fertilizantes, proteínas y combustibles. 
 
Debemos seguir preparándonos para minimizar los efectos que ya  está causando este nuevo conflicto mundial.
 
Pero además, en este complicado contexto, es justo y es necesario reconocer la responsabilidad y el sacrificio constructivo que, a lo largo de más de dos años, ha realizado la sociedad dominicana en su conjunto.
 
Y cuando digo “en su conjunto” quiero enfatizar la madurez con la que han participado todos los sectores de la sociedad, en el campo y en los barrios. En el sector privado y en el público, en el gobierno y en la oposición.
 
Tanto trabajadores como empresarios y sociedad civil, todos y todas unidos, haciendo nuestra parte, hemos preservado el bien común y la estabilidad económica y democrática. 
 
Halando todos para el mismo lado, y sin caer en la trampa, cada vez más extendida, de buscar adversarios en vez de buscar soluciones, hemos logrado salir fortalecidos.
 
Este contrato social, que a veces pasa desapercibido o que damos por supuesto es, sin embargo, el gran secreto que ha permitido que nuestra recuperación económica haya sido más rápida que la de muchos países de la región, que los niveles de empleo se hayan recuperado ya y que no tengamos que hablar de escasez de productos en nuestros colmados y supermercados. 
 
¿Y por qué insisto tanto en este tema precisamente hoy, día del empresario?, podrían preguntarse.
 
Lo hago porque, tras leer el último libro de nuestro invitado de hoy, Moises Naim, no puedo dejar de pensar en las amenazas crecientes que se ciernen sobre la estabilidad que aún disfrutamos en República Dominicana y, por tanto, en la importancia y urgencia de preservar todas las normas, pesos y contrapesos de nuestro orden social.
 
Por supuesto, no voy a dedicar mis palabras a contarles aquello que el señor Naim cuenta como nadie, para eso tenemos el honor de contar con su presencia. Pero sí quisiera invitarles a todos a leer su obra, porque pocas veces se encuentran en un solo libro tantas claves para comprender el momento presente y los complejos desafíos que nos plantea.
 
No les voy a mentir, las 3 P de las que nos habla Naim: Populismo, Polarización y Postverdad, no son buenas noticias para nadie. Tal como explica La Revancha de los Poderosos, no lo han sido en ninguna parte del mundo y, sin embargo, siguen creciendo a gran velocidad sobre el suelo fértil de sociedades desorientadas.
 
Sociedades en que algunos pudieran sentir que viven peor que sus padres, que sienten que han perdido poder de decisión y que, al mismo tiempo, han ganado acceso a la tecnología y la emplean para rebelarse.  
 
En este contexto, se están poniendo en entredicho pilares que hasta hace pocos años parecían incuestionables, como la democracia y la vigencia del Estado de derecho. 
No quisiera sonar alarmista, sin embargo, el peligro de la desestabilización es real, lo vemos en numerosos ejemplos, en nuestro continente y fuera de él, y en este mundo global nadie puede considerarse a salvo. 
 
Cuando la línea entre la verdad y la mentira empieza a desdibujarse, cuando las leyes se vacían de contenido y los códigos de honor parecen algo pasado de moda, nadie puede considerarse a salvo. 
 
Ya no hay espacio para la neutralidad. Todos tenemos la responsabilidad de preservar nuestra democracia y nuestras instituciones. De respetar sin socavar los espacios de influencia de cada contrapeso de la sociedad.
 
Es crucial que, como país, estemos alerta y actuemos en todo momento con un objetivo común, sin caer en la tentación del “divide y vencerás”. 
 
Los puentes de diálogo y los espacios de consenso deben prevalecer, ahora más que nunca.  
 
Amigos y amigas, 
 
Si me lo permiten, tras dos años sin celebrar esta fecha juntos, creo que la ocasión es propicia para realizar una breve reflexión sobre el motivo que nos reúne. 
 
¿Por qué celebrar el día del empresario? ¿Qué significa ser empresario o empresaria en esta realidad cambiante?
Si nos centramos en las definiciones que ofrecen los diccionarios, un empresario o empresaria es, simplemente el “titular, propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”. 
 
Sin embargo, cada uno de ustedes sabe que detrás de esa escueta definición hay mucho que contar. 
Hay desafíos diarios, noches sin dormir, reuniones interminables, batallas individuales y colectivas y, por supuesto, también muchos momentos felices. 
 
Hay, en definitiva, toda una vida, con sus altos y bajos, sus alegrías y sus tristezas, dedicada a que ese proyecto en que nos embarcamos se haga realidad, crezca, dé frutos, se multiplique y, finalmente, lleve prosperidad y bienestar a todos cuantos participan en él y a la sociedad en su conjunto. 
 
Digo todo esto ante ustedes, que conocen bien esta realidad, con el único ánimo de poner el foco en algo que, aunque evidente, a veces parece olvidarse en medio de ese debate público simplista y polarizante que nos amenaza. 
 
Los empresarios somos ciudadanos como todos los demás, con responsabilidades, derechos y obligaciones, que trabajamos para ver a nuestra sociedad crecer y prosperar con las mismas ganas que todos.
 
Como sujetos productivos, estamos plenamente inmersos en la realidad que vive el país y, desde nuestro lugar de responsabilidad, trabajamos en la búsqueda de soluciones para los problemas que enfrentamos. 
 
Porque, evidentemente, son también nuestros problemas y porque nos duele la República Dominicana y su gente en primera persona. 
 
La realidad es que a los empresarios responsables, como los aquí presentes, nos va siempre mejor cuando a todo el país le va mejor, cuando el progreso llega a todas las capas de la sociedad.
 
Cuando la población ve mejorar sus condiciones de vida, cuando la salud, la educación y los ingresos para una vida digna están al alcance de todos.
 
Eso es lo que quiere todo empresario responsable, que no le quepa duda a nadie. Un país floreciente, y una sociedad optimista, con reglas claras y paz social, para poder desarrollar su actividad en un mercado justo. 
 
¿Y qué más es un empresario?
 
Un empresario o empresaria es, muchas veces, alguien que tuvo una idea y decidió, aún cuando muchas personas le decían que era una locura, arriesgarse a ponerla en marcha.
 
Es esa persona que, incluso si ha tenido la dicha de ser parte del negocio familiar, como quien les habla, sabe que tiene ante sí la enorme responsabilidad no solo de mantener el legado que ha recibido, sino de hacer que crezca y sea, a su vez, recibido por la próxima generación. 
 
Un empresario responsable es, en primer lugar, un empleador, que sabe que quienes trabajan en su negocio son una familia extendida de la que también debe cuidar.
 
Es alguien que frente al miedo elige la audacia de dar un paso al frente, tomar responsabilidad y enfrentar las consecuencias, buenas o malas, que conllevan sus decisiones al frente del negocio.
 
Un buen empresario o empresaria es casi siempre el primero en llegar a su negocio y el último en irse, porque debe estar siempre alerta ante cualquier cambio en el mercado, buscando la innovación y la oportunidad de mejorar.
 
Es, a la vez, alguien capaz de planificar a medio y largo y plazo, y de improvisar cuando la situación lo requiere.
 
Y, por supuesto, debe ser alguien con empatía, consciente del impacto de su actividad en la vida de otros y en el desarrollo del país. 

 
Amigas y amigos,
 
En la República Dominicana hay cerca de 100,000 empleadores registrados en el SDSS. Es decir, 100,000 empresas generando más de  1 millón 600 mil empleos directos y formales. 
 
Si caemos en  una lógica simplista, es fácil olvidar eso y atacar fríamente a “los empresarios” como si se tratara de un ente abstracto o un adversario del equipo contrario al que hay derrotar a toda costa. 
 
Sin embargo, si acercamos la mirada un poco más, veremos que en esa cifra están representados negocios de todos los tamaños y de todos los sectores, desde un pequeño comercio o taller, a una gran industria manufacturera, pasando por un restaurante o un salón de belleza. 
 
Si miramos aún más de cerca, veremos también que tras ellos y sus familias, hay muchas familias más que obtienen su salario diariamente gracias al empleo generado por esos emprendedores. 
 
Veremos que, gracias a esas industrias y a los productos y servicios que generan diariamente, es posible desde comprar en mercados bien abastecidos, hasta recibir servicios médicos, tener energía eléctrica o viajar. 
 
En definitiva, casi podemos decir que todos somos un poco empresarios, no solo los que estamos aquí, sino toda la sociedad. 
Porque de alguna manera, como consumidores, como empleados, como profesionales, somos parte del tejido empresarial o estamos interactuando con él. 
 
No existe esa línea imaginaria que algunos quieren pintar entre “ellos” y “nosotros”. Lo que le pasa a uno, nos afecta a todos tarde o temprano.  
 
En otras ocasiones me han oído mencionar que, en la República Dominicana, el sector privado nacional aporta más del 80% del PIB y genera el 85% del empleo. 
 
Y, si hablamos de compromiso con los intereses nacionales, vale la pena recordar que, de acuerdo al estudio “Sector privado como motor del crecimiento en la República Dominicana” de 2017, el sector privado aporta el 85.7% de la inversión hecha en el país. 
 
Es decir, por cada 100 pesos que se invirtieron en la República Dominicana, en su crecimiento y desarrollo, más de 85 los aportamos empresarios que creemos  en nuestro país y apostamos por él. 
 
Al mismo tiempo, aportamos a la economía el 75.3% de los impuestos tributarios recaudados por la DGII. 
 
Hasta hace poco, recordar estas cifras parecía innecesario. 
 
Les confieso que, en general, no me siento cómodo y creo que a muchos de ustedes les ocurre lo mismo, resaltando aquello que hacemos en el día a día por convicción, porque es nuestra labor y también porque es nuestra responsabilidad. 
 
Sin embargo, si soy coherente con lo que dije anteriormente, que debemos cerrarle las puertas a la división, creo necesario hacer visible y notorio para todo el país este rostro humano del empresariado. 
 
Me parece justo romper una lanza en favor de todo un sector que está dando lo mejor de sí mismo para sostener y empujar nuestra economía contra viento y marea. Que ha acordado aumentos salariales significativos en momentos de dificultad y que ha sabido ser solidario y diligente, de la mano con el gobierno, frente a las sucesivas crisis.   
 
En definitiva, quisiera cerrar estas palabras no pidiendo aplausos, ni alabanzas para los empresarios, pero sí un retrato justo, completo de nuestro papel en la sociedad, que nos permita siempre mirarnos a los ojos y reconocer aquello que nos une, como dominicanos y dominicanas. 
 
Hoy, más que nunca, es importante fomentar y apoyar al liderazgo constructivo, ese que trabaja para la unión, por el bien común y con visión de país, aún en los momentos más difíciles. 
 
Ese que es capaz de inspirar confianza, aún en los escenarios de mayor incertidumbre. 
 
Porque es muy fácil manejar el barco en aguas tranquilas, cualquiera puede sujetar el timón. Sin embargo, no son tantos los hombres y mujeres capaces de mantener la serenidad y el aplomo para navegar en la tormenta. 
 
Por eso, cuando esos liderazgos aparecen, sea en el ámbito que sea, debemos saber identificarlos, alentarlos y apoyarlos, sin fisuras ni recelos.
 
Para que su mensaje de colaboración, de institucionalidad y de trabajo conjunto, no se ahogue en el mar de críticas y ataques. Y para que logren, como todos queremos, llevarnos a buen puerto. 
 
Porque solo así, construyendo confianza, tendiendo puentes y sumando voluntades, lograremos hacer grandes cosas como país y ofrecer un futuro esperanzador a las nuevas generaciones. 
 
En definitiva, solo unidos seguiremos haciendo historia y construyendo futuro.
 
Gracias, de corazón, a todos los presentes por compartir esta celebración.
 
Mis más cálidas felicitaciones a todos los empresarios y empresarias que, con su labor, nos llenan de orgullo, en cada rincón del país!
 
Muchas gracias.